jueves, 5 de enero de 2017

La Ministra


Desde el alto cargo que ocupo debo impedir que recaiga la más mínima sospecha sobre mi determinación de obrar de acuerdo al máximo rigor de la ley. 
Quizás todo pueda sintetizarse con una frase: para ser respetada como autoridad máxima debo ser temida y para ser temida debo ser dura. 
Para probar mi rigidez debo proyectar una Imagen sólida. Severa, sobria e imperturbable. 
Si vienen a entrevistarme y me preguntan por las Viudas de Lonquén diré: “¿Pero cuál es la verdad de Lonquén? ¿No fueron acaso ellos mismos? Yo me lo planteo como una inquietud. ¿No se eliminaron entre ellos? Porque se dice que llegaron agentes de seguridad, con un papel en la mano que decía Dina. ¿Serían de la Dina, digo yo?
” Y a la pregunta de si soy partidaria de que exista una Cárcel de Alta Seguridad, que alguien , con muy mala intención llamó Campo de Concentración, responderé que “es absolutamente necesario que ciertos delincuentes, de características especiales, sean segmentados de la población penal, tanto por la seguridad del resto de la población penal como de la ciudadanía. 
Las políticas penitenciarias modernas recomiendan su existencia para delincuentes peligrosos altamente ideologizados”. 
Encuentro perfectamente lícito que se hagan distinciones muy precisas en orden a calificar los delitos para que su correspondiente sanción se materialice dentro de una cárcel común o penitenciaría y Capuchinos o Punta Peuco o dentro de la Cárcel de Alta Seguridad, según la clase social del reo.

Distinguir entre presos comunes, subversivos o militares, me parece que es un mecanismo jurídico muy útil producto de una sabia decisión política que resguarda, al mismo tiempo, las Sagradas Instituciones y el Orden de la Nación. 
Ese fue nuestro argumento para convencer a los Oficiales condenados por atropellar Derechos Humanos y realizar actos de terrorismo. 
Para acallar los clamores de justicia de aquellos que no pudimos cubrir con el Manto de Olvido, creamos una Cortina de Humo.” Nadie será testigo de vuestro ingreso a Punta Peuco” - les dijimos - tendrán una esmerada atención, como si estuvieran en un hotel o en un hospital militar, tal como ustedes querían”. 
De paso le hacemos un Tapabocas a quienes propagan ideas contrarias al orden institucional. Me complace mucho comprobar que, con el curso de los años, se ha ido perfeccionando el Sistema Penal y Carcelario en lo que se refiere a su doble carácter, punitivo y reformatorio. 
Antiguamente usábamos los sótanos, las mazmorras, las Cárceles Secretas del Santo Oficio; lugares lúgubres desde donde los desgraciados salían, después de un largo cautiverio, más convencidos de sus herejías. 
En cambio ahora, en la Cárcel de Alta Seguridad no sólo no tienen escapatoria sino que en las condiciones de asepsia absoluta son vigilados permanentemente. A través de un moderno e infalible sistema de circuitos y cámaras de televisión y de potentes equipos de grabación, resguardados por un grueso vidrio que les impide tocar a sus seres queridos, los privamos de todo contacto con el mundo exterior. 
Con el pretexto de su pronta y eventual rehabilitación les podemos censurar y prohibir el ingreso de cualquier material subversivo, llámese armas cortas, cartas, libros, poemas de amor, claves, llaves, cualquier cosa que ponga en peligro el funcionamiento del sistema y la curación del apestado. 
Hay que verlo así, como un condenado a muerte por el más grave de los delitos: el delito de desobediencia, que es una verdadera peste. 
Por este motivo el reo se mantiene tras el vidrio grueso, para que se cure y se recupere. Podría asegurar que los reos más temibles, los más atrevidos, los más desafiantes, quedarán al cabo de un tiempo, convertidos en unos verdaderos ángeles, en unos Pobres de Espíritu. 
Y de ellos será el Reino de los Cielos. 

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